Paulina Nin no sabe si cortarse las venas o dejárselas largas
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sábado, julio 01, 2006

Opinólogo autoflagelante: "Cuando yo tuviera treinta"

Duro período introspectivo ha tenido don Opi. Lo único que recibimos de él fue una nota que decía "les ruego dejen esta cosa en nuestra bodega ciberespacial". Así hacemos y esperamos que todos estén bien. Por si fuera necesario hacer algún tipo de comentario, podemos decir que el sujeto este cambió de folio, llegó a la treintena y eso junto a otros episodios vivenciales que nos guardaremos en honor a su presunta dignidad lo motivaron a balbucear algunos versos. Estos son:

CUANDO YO TUVIERA TREINTA.

Cuando yo tuviera treinta
qué sería de mi vida,
en mi infancia colorida
la idea me daba vueltas.
Y casi sin darme cuenta
el plazo se fue acortando
así me estoy enfrentando
con el número redondo:
me queda respirar hondo
y tener corazón blando.

Y qué cosa iba a esperarse
de un niño tan competente:
sano, bueno, inteligente,
era chutear y abrazarse.
Y podía imaginarse
que no habría ilusión rota:
"desde lejos se le nota
que no sabrá de repudios,
si es bueno pa los estudios
y bueno pa la pelota".

Por mi parte mi cabeza
ya un poco desordenada
dibujaba una andanada
de ilusiones y certezas.
En el mundo de mi pieza
se trazaba mi destino
veía cual adivino
madurez, realización;
pero me da la impresión
que algo pasó en el camino.

Por cierto que aún no vengo
de vuelta en mi recorrer
pero lo que iba a tener
todavía no lo tengo.
Y aunque mucho me entretengo
el balance es algo aciago
más allá de los amagos
de cosas para mi haber
lo que ya tuve que hacer
todavía no lo hago.

Excusas a los presentes
por el cálculo infeliz
y a testigos del desliz:
los amigos, los parientes.
No es cosa muy competente
cuerpear con la cesantía
ni muestra de gallardía
seguir en casa paterna
ni una ilusión eterna
mantener la soltería.

Tanta gente generosa
que confía en mis virtudes
y aunque no son multitudes
tampoco son poca cosa.
Antes de irme a la fosa
con mis asuntos pendientes
no quiero apretar los dientes
y callarme mi sentencia:
se ha acabado la paciencia
y me digo secamente

"Poca cosa, pichiruche
remolón, vago, indeciso
inconstante, toca el piso
tu autoestima por ser buche.
Que tu alma al fin escuche
la oración de tu conciencia
y si buscas la excelencia
que tus actos no se opongan
y que alguna vez te pongas
el traje de la decencia".

Mas quién sabe si quizás
la cosa se va arreglando
con cada paso que ando
decidido, fiero, audaz.
Que no se diga jamás
que disfruto de mi afrenta
porque sé que la tormenta
terminará de un tirón
y tendré la solución
cuando llegue a los sesenta.

junio de 2006